Dilma Rousseff sucede a Lula y será la primera presidenta de Brasil
La candidata oficialista saca 11 puntos a José Serra y obtiene la victoria aritmética en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales - En su discurso se compromete con las libertades de prensa y religiosa y la igualdad entre hombres y mujeres
S. GALLEGO-DÍAZ / J. ARIAS | Brasilia 31/10/2010
Dilma Rousseff, de 62 años, la persona elegida por Lula da Silva para sucederle, se ha proclamado presidenta de Brasil, frente a José Serra, candidato opositor del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Según los datos oficiales facilitados por el Tribunal Electoral de Brasil, al 99,97% de los votos escrutados, la candidata oficialista obtiene el 56,05% de los apoyos y supera a Serra (43,95%) en más de 11 millones de votos. Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) será así la primera mujer en la historia de Brasil que ocupa ese cargo.
Dilma, que siguió el escrutinio desde su casa de Brasilia junto con algunos amigos y dirigentes del PT y tras conocer su victoria se reunió con Lula, se dirigió después a un hotel para hacer una declaración ya como ganadora de las elecciones. En él, se ha comprometido a garantizar las libertades de prensa y religiosa y a promover la "igualdad entre hombres y mujeres", principios, todos ellos, "esenciales de la democracia".
Con lágrimas en los ojos, la economista ha afirmado que el resultado de las urnas le ha encomendado la "misión más importante" y "difícil" de su vida y ha señalado, como el primero de sus compromisos, su intención de "honrar a todas las mujeres, para que este hecho inédito de hoy se multiplique" en toda la sociedad. "Quiero que los padres y las madres miren hoy a sus hijas y les digan que una mujer puede ser presidenta de Brasil", ha expresado.
En su lista de promesas, la que se ha presentado como "la presidenta de todos, respetando las diferencias de opinión", ha asegurado que garantizará "el derecho a la opinión y la expresión", el "empleo", la "distribución de renta", la "vivienda digna", la "paz social", las "más absolutas libertades de prensa, religiosa y de culto" y que velará por el estricto respeto "a la Constitución".
Asimismo, se ha comprometido con la meta de "erradicar la pobreza" en el camino ya iniciado por Lula, "el mejor presidente que ha tenido Brasil", y ha hecho un llamamiento a los "empresarios, trabajadores, iglesias, a la prensa y a todas las personas de bien del país" a colaborar con un Gobierno que será "para todos, sin exclusión".
Por su parte, el derrotado candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), José Serra, y al que Rousseff se ha comprometido a "extender la mano", ha pedido a la futura presidenta "que haga el bien" para Brasil. "Estoy muy agradecido a los 46 millones de brasileños y brasileñas que votaron por mí", ha asegurado Serra, quien durante su discurso tras conocer su derrota ha abogado por un "Brasil soberano, democrático, que sea propiedad de su pueblo".
106 millones de brasileños acuden a las urnas
Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente más popular de la historia de Brasil, dejó siempre claro que la victoria de su candidata sería una victoria propia. Y lo contrario: que su derrota significaría una bofetada del electorado en su propia cara. El candidato opositor, José Serra, también tuvo siempre presente que ni él, ni su grupo (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), luchaban sólo contra la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), sino contra el propio Lula. "Mi batalla es una batalla gigantesca", confesó Serra poco antes de acercarse a depositar su voto, en la ciudad de São Paulo.
Más de 106 millones de brasileños acudieron ayer a las urnas para decidir, en segunda vuelta, quien será el 40º presidente del quinto país más grande del mundo (toda la Unión Europea cabe en la mitad de su territorio) y, sobre todo, quién sucedería al ya legendario Lula. Rousseff, que recuperó a la hora de votar la chaqueta roja que sus asesores le habían prohibido llevar en los últimos días de la campaña, se mostró confiada. Acudió a las urnas en la sureña ciudad de Porto Alegre, arropada por cientos de personas que ya la aclamaban al grito de "presidenta".
Nueva etapa
Lula, que la eligió como candidata presidencial en contra de la opinión de muchos de sus compañeros del PT, ha sido un elemento decisivo en la victoria, pero como mantiene el ex ministro y sociólogo Roberto Mangabeira Unger, "ahora empieza un momento distinto, con una persona diferente y con un trabajo que tendrá sus propias exigencias". "Ahora comienza una nueva etapa en nuestra democracia", afirmó la propia Rousseff a la salida del colegio electoral.
Lula ha estado ocho años en la presidencia (la Constitución brasileña prohíbe un tercer mandato) y se retira con un increíble 83% de popularidad. Pocos confiaban en que Serra, ex gobernador de São Paulo, pudiera dar la vuelta a los sondeos: la victoria del candidato del PSDB, bromeaba hace dos días, en una cadena de televisión, un conocido analista, solo parecía posible en dos circunstancias muy especiales: "que las empresas de sondeos se hayan vuelto locas... o que se produzca un milagro".
No parece, sin embargo, que los aspectos religiosos, tan presentes en la campaña para la segunda vuelta, hayan sido finalmente un elemento tan decisivo a la hora de depositar el voto. "Lo importante, por encima de todo", ha confesado a EL PAÍS un pastor protestante a la salida de un colegio en Brasilia, "es cómo ha mejorado la vida de la gente en estos ocho años". Para la mayoría de los expertos brasileños, es la llamada clase c, la nueva clase media baja, que ha nacido y crecido bajo la presidencia de Lula, la que tiene la llave de las elecciones. Y para esos millones de ciudadanos que confían, llenos de optimismo, en seguir mejorando su nivel de vida, la continuidad ha podido ser el elemento decisivo a la hora de depositar el voto.
Apoyo de Lula
Dilma Rousseff, hija de un abogado comunista búlgaro y de una maestra brasileña, antigua militante de un grupo armado durante la dictadura militar brasileña, se ha presentado a estas elecciones (las primeras a las que concurría en toda su vida) con una intachable hoja de gestora económica, seria y eficiente, y ha prometido, sobre todo, esa continuidad con respecto a la etapa de Lula. Aseguraba Rousseff: "Si gano las elecciones, oiré a Lula cada vez que lo necesite", y Lula ha prometido ayudarla en lo que le pida.
Rousseff necesitará, sin embargo, asentar su fuerza y poder en la presidencia, con un gobierno propio y su propia forma de trabajar, que es, sin duda, mucho más adusta que la de su predecesor. Pese a todo, se da por seguro que ahora mantendrá, por lo menos durante un año, al actual ministro de Economía, Guido Mantegna. La gran duda es su relación con los barones del PT, a los que Lula mantuvo siempre a raya, con el poder que le daba su fabulosa popularidad, y que ahora pueden reclamar mayor protagonismo. Uno de esos barones, José Dirceu, ha aclarado, sin embargo, que no aspira a ningún cargo ministerial. "Ni puedo, ni debo, ni quiero", ha proclamado.
El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato en 2014 o considera que su tiempo "brasileño" está definitivamente cerrado? "Lula solo volvería en un caso", explica un destacado militante del PT. "Si Dilma llega a la presidencia y su mandato fuera un fracaso. Entonces, todos le pediríamos que regresara. Si Dilma tiene éxito, lo más natural sería que ella misma optara a la reelección".
Lo que parece claro es que ni Serra ni Rousseff tienen la extraordinaria proyección internacional que ha logrado el actual presidente brasileño. Lula es un "activo" de Brasil en todo el mundo y parece lógico que, bien sea al frente de una fundación, bien sea en cualquier otro puesto, la actividad internacional forme parte de la agenda inmediata de esta formidable figura política latinoamericana.
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